La aplicación efectiva de la diversidad cultural


“El reconocimiento constitucional y legal de la diversidad cultural es necesario, pero no suficiente. Debe ir acompañado de prácticas interculturales signadas por la equidad, el equilibrio, el respeto y la tolerancia, previstas en un ordenamiento jurídico preciso y respetuoso de las particularidades de cada país, región o comunidad, para dar cumplimiento a lo que la Carta de la OEA denomina ‘la comprensión interamericana’”. La afirmación está contenida en el más reciente informe presentado esta semana por el jurista venezolano Freddy Castillo Castellanos, quien fue relator del tema de la diversidad cultural en el desarrollo del derecho internacional, en el seno del Comité Jurídico Interamericano. Castillo Castellanos, único miembro venezolano de este cuerpo consultivo, brazo asesor de la Organización de Estados Americanos (OEA), tuvo a su cargo la presentación de este informe que el Comité decidió elevar a la consideración de la Asamblea de la OEA para dar continuidad al tema de la Diversidad Cultural, por su importancia actual y su reciente inserción en el Derecho Internacional. El texto del informe presenta la diversidad como una de las características más notables de la cultura. “En sí misma es un patrimonio espiritual que demanda protección jurídica adecuada y efectiva. No obstante, esa evidencia milenaria experimentada por el hombre y estudiada ampliamente por la ciencia, fue apenas hace cinco años cuando obtuvo su reconocimiento por parte del derecho positivo internacional”. El jurista recordó que las Américas constituyen un crisol de culturas. “Desde el Canadá hasta la Patagonia, pasando por el múltiple Caribe, la exuberante variedad en los procesos de intercambio cultural no puede ser inadvertida por el sistema interamericano. Hablar de codificación de normas, de integración de economías o de compromisos políticos comunitarios, sin considerar en serio y con rigor la diversidad cultural y la interculturalidad, como herramientas claves de la convivencia entre los pueblos, es, según el modesto parecer de este relator, mantenerse al margen de una realidad”, indicó Castillos Castellanos. Hizo una revisión histórica del tratamiento jurídico del tema de la Diversidad Cultural y recomendó al cuerpo consultivo la posibilidad de enunciar varios principios que renuevan el compromiso de la organización, entre los cuales cabe mencionar la obligación de impulsar un proceso en el que la cultura sea para los países americanos un campo para el diálogo y el intercambio fecundo de las diferencias. Asimismo, un lugar donde los límites se crucen armoniosamente para el logro de la concordia entre las diversas naciones. “Desde esa perspectiva, la aplicación efectiva de la diversidad cultural puede ser una herramienta adecuada para fortalecer la democracia y sus elementos esenciales”, sostuvo. Castillo Castellanos destacó que las Américas constituyen un ejemplo de pluralidad idiomática diezmada a través de siglos, pero con la existencia todavía de una variedad significativa y viva de lenguas. “Aprovechando exitosas experiencias de preservación y recuperación, se recomienda arbitrar procesos efectivos para el mantenimiento de las lenguas americanas que aún sobreviven y recuperar aquellas que se encuentren en inminente peligro de desaparición”. Asimismo, el informe demanda la elaboración de programas de educación intercultural bilingüe como mecanismo idóneo para la preservación del acervo idiomático; la creación de redes de cooperación que faciliten el fortalecimiento de las industrias culturales existentes, así como la creación de formas emergentes e innovadoras en el referido campo de la llamada industria cultural. “Dichas redes pueden coadyuvar en la elaboración de los planes y solicitudes de financiamiento ante el Fondo Internacional de la Diversidad Cultural u otros organismos semejantes”. En opinión del relator, la diversidad cultural debe ser una pieza esencial en los procesos de integración en las Américas. “Semejanzas y diferencias constituyen fecundos insumos para el intercambio entre nuestros países, así como para la cooperación en programas, proyectos y políticas fundamentales para el bienestar común de los pueblos de América. El lugar del límite es uno de los más difíciles logros de la cultura. El límite verdadero es estar aquí y allá a la vez. La línea geográfica sólo es trazable amable y armoniosamente por la cultura. A la luz de la diversidad cultural resulta necesaria una diplomacia que comience por la interculturalidad y no por la imposición de supuestas ‘semejanzas’”, mencionó. (Prensa UNEY-Verónica Pérez Traviezo).-

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