Orquesta Sinfónica de Yaracuy acompañó a Etni Molletones

Tal como estaba prevista la sala de fiestas del Club Hispano se transformó este viernes 21 en la noche, en una de conciertos, para albergar a la Orquesta Sinfónica de Yaracuy dirigida por el Maestro Pablo Castellanos.
Castellanos, sobre el nivel sinfónico que ha alcanzado el país señala que es ya internacional y Venezuela es una referencia. Añade que este nivel también ha tocado la música venezolana, muchas piezas ya tiene renombre mundial y además han sido grabadas por orquestas integrantes del Sistema orquestal”lo que pasa que el repertorio universal es abundante y tiene buena cabida y el de Venezuela también tiene difusión”
Luego de dos semana de duro trabajo en la preparación del concierto que abre la temporada 2011, los niños, as , adolescentes y jóvenes que la conforman LA Sinfonica de Yaracuy, interpretaron la Sinfonía No 8 en Sol mayor, Op.88 de Antonin Dvorak.
Al respecto Castellanos explica que fue escrita en 1889 y se estreno en Praga 1890, “es muy nostálgica, empieza de manera melancólica, luego pasa a otro estado de ánimo y termina muy eufórica”
La sinfonía consta de cuatro movimientos: el Allegro con brío, que es una exposición poderosa y brillante caracterizada por el uso liberal de la percusión; Adagio movimiento que se desarrolla a una cierta velocidad; el Allegretto grazioso la mayor parte del tercer movimiento es una graciosa danza y el último movimiento un Allegro, ma non troppo, un final turbulento que comienza con una fanfarria, luego evoluciona hacia una hermosa melodía que es iniciada por los violonchelos. La tensión crece y finalmente se relaja en aproximadamente dos minutos, cuando una cascada de instrumentos que tocan el tema inicial dan paso a un trino de la trompa que suena como un elefante que muere. A partir de ahí, el movimiento progresa irresistiblemente hacia una sección y una recapitulación del desarrollo, modulando de mayor a menor varias veces, e incluyendo dos trinos más de las trompas. La pieza termina en una coda cromática, en la cual los metales y la percusión sobresalen destacadamente.


DE AROA A LA ORQUESTA SINFONICA SIMON BOLIVAR
Seguidamente la Orquesta compuesta por unos 135 músicos se convirtió en una Orquesta de cámara, para acompañar al flautista Etni Molletones.

Esta vez, interpretaron el Concierto pastoral para flauta y orquesta, de Joaquín Rodrigo, con tres movimientos, el segundo de los cuales es la fuente del “pastoral conocido”: Allegro Adagio y Rondo (allegro). Al respecto explica Castellanos que “es un encargo en 1977, del flautista irlandés James Galway, con la condición de que fuera excepcional. Su nombre, es como su titulo, un pastoreo, como un llamado a las ovejas. Creo que es el concierto mas difícil para flauta”
El solista, Etni Molletones, es un joven aroeño, que se inicio en la Orquesta Sinfónica de Aroa, continúa en el Conservatorio de Música “Simón Bolívar” con el Maestro Víctor Rojas. Forma parte de la Sinfónica de la Juventud Venezolana “Simón Bolívar”. También es miembro del Ensamble de Flautas “Simón Bolívar” y estudiante en la Academia Latinoamericana de Flautas.

Recién graduado de bachiller, aspira culminar en el Conservatorio e ingresar en la Universidad Nacional para las Artes y dice que por este año tiene una agenda muy apretada, sin embargo en estos venideros días se preparara para grabar una pieza como solista y enviarlo a un concurso a Canadá.
Molletones en este pasado año participó en el “II Concurso Nacional de Jóvenes Solistas de Flauta y Piccolo”, que fue celebrado en el Centro de Acción Social por la Música y tuvo como jurados a Glenn Egner, José Antonio “toñito” Naranjo, Víctor Rojas, Miguel Pineda, José García, Huáscar Barradas y Raimundo Pineda y obtuvo la Mención honorifica como Mejor interpretación de una obra venezolana, como lo es Hibbies, jibbies, de Marco Granados.


Sobre este concurso comenta,” que éramos como 30 y tuvo 2 rondas al final éramos 9. En la primera ronda había 2 piezas, La menor BWV 1013 para flauta sola de Johann Sebastian Bach (primer movimiento, sin repeticiones) y la Sonata “Appassionata” en Fa# menor Op. 140 para flauta sola de Sigfrid Karg-Elert. En la segunda ronda para escoger entre varias y yo seleccione el Concierto en Re mayor K. 314 de Wolfang Amadeus Mozart, porque quería mostrar técnica, fue un reto”.
Y sobre el tema de solista dice que tiene posiciones muy difíciles y lo ha tocado en varias oportunidades, a músicos extranjeros que vienen al país, con la Sinfónica Simón Bolívar y con la de Coro.
Una lluvia de aplausos recibió el joven y a petición del publico interpretó Hibbies, jibbies.
LA SANTA CRUZ DE PACAIRIGUA
Cerró el concierto, la pieza La santa Cruz de Pacairigua, de Evencio Castellano con el cual obtuvo el Premio Nacional de Música (1954) y sobre ella explica su hijo Pablo, que “tiene una descripción, son como unos cuadros que reflejan la fiesta a la cruz en el valle de Pacairigua, en el estado Miranda. En primero es la euforia, los cohetes, el nocturno en casa de los amos, el nocturno en casa de los esclavos, luego viene la procesión retratada en un canto gregoriano, para espantar los diablos, le sigue el amanecer y finaliza con lo que nos gusta a todos el bochinche. La cruz es la patrona de estos pueblos.”

Sobre esta suite escribe, José Ramón Ripoll “está concebida en tres partes que configuran un recorrido o, mejor dicho, una incursión, tanto en el paisaje como en el carácter de sus habitantes. El «Allegro» inicial evoca la algarabía de la fiesta popular de San Pedro, que comienza por una eclosión de ritmos y danzas protagonizados por los negros del lugar, al mando del principal bailarín, disfrazado de María Ignacia, típico personaje de la cultura local. Tras una insistente imitación transformadora de los ritmos autóctonos, las campanas entonan los sonidos de las cuerdas al aire del cuatro, pequeña guitarra peculiar de la zona. El movimiento se resuelve en una especie de vals, bajo el dibujo de la canción Blando suspiro, del también discípulo de Sojo, Hernández de León. El tiempo central empieza de nuevo con los ritmos negros, utilizando ciertos elementos de las fiestas de San Juan, de la Salve y de la procesión del Corpus, hasta terminar en un ambiente festivo, de tono y color especialmente nacionalista. El allegro final ya es otra cosa. Los negros se retiran a bailar sobre el fuego, según sus ritos y todo converge en una especie de catarsis frenética donde se dan cita elementos religiosos y ritmos procedentes de culturas arcaicas”
Cerró este evento con Castellanos , un ensayo general de este tema ayer en la mañana con la Orquesta de la Juventud Yaracuyana, que la sumara a su repertorio y la presentación de Etni Molletones en Hibbies, jibbies.


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