José Manuel Briceño Guerrero: Los discursos de los latinoamericanos tienen tres categorías


Noris Pineda y Marcelino Salcedo junto al ponente


De nuevo la sala de usos múltiples del museo Carmelo Fernández, se lleno de gente este martes 20 para oír la palabra de José Manuel Briceño Guerrero.
Las mismas, formaron parte de la cátedra permanente para el estudio del pensamiento, que lleva su nombre inaugurada por la Universidad Nacional Experimental del Yaracuy.
Briceño Guerrero propuso como tema de la conversa, Los discursos latinoamericanos, nacidos de largos años de estudios y que ha dividido en tres: el discurso del mantuano o de la Europa primera, el del ilustrado o de la Europa segunda y el discurso del salvaje

El primero, importado desde España de la cual fuimos colonia en el siglo XVIII que tiene la base en la Ilustración que desemboco en la revolución francesa; el segundo o discurso mantuano heredado de la España imperial, en su versión americana característica de los criollos y del sistema colonial español.

Este discurso afirma, en lo espiritual, la trascendencia del hombre, la preeminencia de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana, su ambigua lucha entre los intereses transitorios y la salvación eterna y un tercer discurso el salvaje como consecuencia producida en las culturas precolombinas de América por la derrota a manos de los conquistadores.

En esto se detuvo para explicar que el hecho de que en Palacio, por las diligencias del fraile Bartolomé de las Casa, los indígenas fueran considerados como personas, hizo que la atención se desviara hacia los negros y de allí devino la trata negrera.

“Estos tres discursos de fondo están presentes en todo americano aunque con diferente intensidad según los estratos sociales, los lugares, los niveles del psiquismo, las edades y los momentos del día.” dijo.
Estos tres discursos forman parte de su teoría plasmada en la obra El Laberinto de los Tres Minotauros, que define el ser latinoamericano. Son tres fuerzas que se dieron en momentos distintos, la primera compuesta por el discurso moderno europeo, o lo que él denomina la racionalidad, un discurso también presente en los pensadores europeos de la época; esta fuerza tiene su origen en la ilustración y en el discurso científico.

La segunda fuerza está basada en lo cristiano y la última fuerza es lo salvaje. El mismo consta de un encono hacia Europa, por parte de los descendientes de aquellos hombres y mujeres cuyas culturas fueron pisoteadas y ultrajadas, el recuerdo de ese ultraje se expresa, según Briceño, en un odio inveterado hacia la racionalidad y el orden Europeo, lo cual suscita una profunda contradicción en el ser latinoamericano.
El arte salvara al mundo
Briceño Guerrero, viene repitiendo desde hace mucho tiempo que el arte es una vía para armonizar una región tan diversa. El arte es el que puede compaginar y armonizar todas esas cosas diversas que tenemos.

Briceño Guerrero, es profesor emérito de la Universidad de Los Andes y Doctor Honoris Causa de varias universidades del país, es autor de una prolífica obra que lo ha hecho merecedor del Premio Nacional de Ensayo (1981) y del Premio Nacional de Literatura (1986), además de llevarlo a ser considerado candidato al Premio Príncipe de Asturias y al Premio Nobel de Literatura.

Prologo de de El laberinto de los tres minotauros
“Es fácil ver que estos tres discursos se interpretan, se parasitan, se obstaculizan mutuamente en un combate trágico donde no existe la victoria y producen para América dos consecuencias lamentables en grado sumo.


La primera de orden práctico: ninguno de los tres discursos logra gobernar la vida pública hasta el punto de poder dirigirla hacia formas coherentes y exitosas de organización, pero cada uno es suficientemente fuerte para frustrar a los otros dos, y los tres son mutuamente inconciliables e irreconciliables.

Entre tanto, las circunstancias internacionales del mundo tienden, por una parte, a reforzar el discurso europeo segundo y prestan altavoz al clamor de desarrollo acelerado hacia un orden racional segundo apoyado por la ciencia y la técnica, pero el discurso mantuano se esconde detrás del discurso europeo segundo y negocia su continuidad con intereses de las grandes potencias beneficiadas por ese estado de cosas mientras el discurso salvaje corroe todos los proyectos y se lamenta complacido.

La otra consecuencia es de orden teórico: no se logra formar centros permanentes de pensamiento, de conocimiento y de reflexión. Los investigadores y pensadores de América o bien se identifican con la Europa segunda de tal manera que su trabajo se convierte en agencia local de centros ubicados en poderosos países exteriores al área, o bien se consumen en actividades políticas gobernadas por el discurso mantuano, o bien ceden al impulso poético verbalista del discurso salvaje.

Los esfuerzos científicos de las universidades se desvirtúan en intrigas mantuanas; las anacrónicas intrigas mantuanas no logran hacer contacto con lo real extraclásico más allá de lo necesario para sobrevivir, un cierto nihilismo caotizante impide la continuidad de los esfuerzos, y el conjunto de la situación aleja al americano de la toma de conciencia integral de sí mismo, de su realidad social, de su puesto en el mundo, de tal manera que mucho menos se enfrenta nunca auténticamente a los problemas que el universo en general, la condición humana en general plantea al hombre despierto.


Ante este panorama de discursos en guerra, sin victoria, sólo queda, en la perspectiva del presente, el escalofrío estético catártico que produce la contemplación de una tragedia, y, en la perspectiva del futuro, el genocidio tecnocrático o la esperanza de una catástrofe planetaria que permita comenzar de nuevo algún antiguo juego.”


Parte del prólogo de El laberinto de los tres minotauros (1994) José Manuel Briceño Guerrero Monte Ávila Editores




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